Clausurado el XXIX Congreso: «Milagros y hechos prodigiosos en los Archivos de la Iglesia»
Nuestra Asociación de Archiveros de la Iglesia en España ha celebrado su XXIX Congreso en Zaragoza / Huesca / Jaca, los días comprendidos entre el 14 al 18 de septiembre, bajo el tema de “Milagros y hechos prodigiosos en los Archivos de la Iglesia”.
Glosa:
Decir Zaragoza es decir, en términos de hoy, la Caesaraugusta de los romanos, que dejaron en ella rastros de su “castrum” o campamento amurallado, con su “cardo” y su “decumanus” cuando las tropas de Augusto César dejaron en ella la capitalidad de unas tierras, en que, para perennidad, permaneció el espiritu de la romanidad.
Conocíola ya el viejo Plinio como “colonia immunis”, colonia libre de todo yugo, “amne Ibero affusa”, regada en profusión por el río Ebro, la que otrora fuera conocida como Salduba, en la región de los edetanos.
Zaragoza, con los Archivos de sus dos Cabildos, de la Seo y del Pilar, con su Archivo Diocesano, con sus memorias y sus Crónicas, como sede primera de nuestro XXIX Congreso sobre Milagros y hechos prodigiosos en los Archivos de la Iglesia, un tema rico en vivencias de otros tiempos para actualizar en la presente reflexión.
Huesca, cercana en los sentimientos del alma, nos abrió también sus brazos, en acogida generosa y cordial. Oscenses son sus hijos, herederos de la antigua Osca, enclavada en tierras ilergetanas, cabeza y Sede, con Sertorio, de la Hispania Citerior, centro de convergencia de todas las rutas de la romanidad, vinculada a los mártires Justo y Pastor, y los gloriosos San Vicente y San Lorenzo, cantados por Aurelio Prudencio. Huesca gloriosa por la sangre de sus mártires, testigos eximios de Cristo.
Huesca, con la fama casi legendaria de su “campana de Huesca”, con sus sarcófagos paleocristianos, su románico –casi inigualable en finuras del arte- claustro de San Pedro el Viejo, con el asombroso retablo alabastrino de Damián Forment en su Catedral, con las bellísimas vidrieras de Francisco de Valdivieso. Con la insuperable sillería de su coro, tallas que fueron ejecutadas por Nicolás de Berástegui y Juan de Berroeta, firmas enaltecedoras y atrayentes para la contemplación.
También nos dió abrazo de cordial bienvenida la vetusta Iacca, la que es cual perla engastada en el corazón de los jacetanos, tierra abundosa en hijos ilustres, desde su conquista para Roma por el lejano Marco Publio Catón, para convertirla en llave de las comunicaciones con el Pirineo entero.
Jaca, la primitiva capital de los reinos aragoneses, cual lo acredita el magnífico tesoro del sarcófago del Rey Ramiro I, bajo cuyo lábaro regio, se celebró el famoso Concilio de Jaca, cuyo códice actuario, de la oncena centuria, ennoblece el catedralicio Archivo. Bajo las esplendorosas arcadas de su Catedral románica, más tarde culminada en esplendores góticos, defendieron tesis y posturas encontradas Conciliares Padres que, al final, alcanzaron posturas de unanimidad, según reflejan las miniaturas de tan espléndido códice jacetano. Sede episcopal, desde la oncena centuria, brilla por las glorias de sus prelados que, con prudencia y buen gobierno contribuyeron a enaltecer la “sedes Iacensis”.
Como en tantas Diócesis españolas, la metropolitana Zaragoza y las ilustres sedes de Jaca y Huesca han sido punto de convergencia en este XXIX Congreso, para hacer aflorar de nuestros Archivos de la Iglesia, cuanto de positivo contengan sobre Milagros y hechos prodigiosos en ellos contenidos. Las “Caesarugustana, Oscensis y Iacensis sedes” nos anticipan su bienvenida, a que, con calor y efusión, les correspondemos con nuestro mejor “bienhallados todos”. (D. Agustín Hevia Ballina).